Un día, el Papa Juan XXIII visitó un hospital a cargo de religiosas, denominado “Archihospital del Espíritu Santo”.
Al llegar, la superiora, toda nerviosa y muy emocionada, besó atropelladamente su anillo doblando la rodilla y sólo acertó a presentarse con estas palabras: – Santidad, soy la superiora del Espíritu Santo. Con una sonrisa ante tan original presentación y para templar sus visibles nervios, el Papa le respondió con gracia y afecto: – ¡Qué suerte tiene, hermana! Yo sólo he podido llegar a ser vicario de Cristo. |