Nasser era un joven con una vida difícil inmersa en la delincuencia que le llevó a la cárcel, preso en una celda minúscula y llevando una vida rutinaria.
Totalmente hundido en la tristeza y desesperanza, una noche escuchó una voz en su interior que le decía que estaba sufriendo sin sentido, que nunca había hecho nada bien en la vida y que en realidad nadie le esperaba fuera de la cárcel. Y esa ‘voz’ le ofreció una solución.
Nasser decidió que iba a suicidarse y así pasó aquella noche. «Pero al día siguiente después del paseo, oí pasos y una llave y un guardia me pidió que me acercara porque ‘alguien estaba allí».
Era la visita inesperada de un ángel, un capellán de unos sesenta años que iba por las celdas. «Nunca olvidaré sus ojos llenos de bondad y caridad. Nunca nadie me había mirado así«. Me dio la mano, nos miramos y me dio una Biblia. La tomé y continuamos mirándonos fijamente.
Cuando se fue tenía la Biblia en la mano. Me senté en la cama y empecé a leer. La lectura se prolongó durante todo el día y los días siguientes. «Allí descubrí a Jesucristo”.
No dejaba de pensar en la conexión entre la escena de aquella voz interior y la llegada de este capellán. «Algo en mí se había abierto, una sensación que nunca había experimentado».
Tras su conversión todo cambió, desechó ya la idea del suicidio, su vida cobró un sentido nuevo y su día a día rutinario ya no era insoportable. Seguía leyendo la Biblia y llevando la vida de Jesús a su vida.
Cuando salió de prisión decidió bautizarse. “Hoy en día doy gracias todos los días por esta visita inesperada en un momento tan oscuro de mi vida”.
Nasser recuerda que el día de su bautizo alguien le dijo: “ahora eres como un recién nacido”. Y es verdad, “soy una persona nueva. ¡El Señor me recogió del fondo del abismo y me ofrece una segunda vida, una nueva vida!«.
Esta es la clave: ¡Experimentar la misericordia de Dios, capaz de transformar la muerte en vida!