«Un día estaba recorriendo las calles de Londres y vi a un hombre totalmente borracho.
Tenía un aspecto triste y miserable.
Me acerqué a él y le tomé su mano.
– Mi mano está siempre caliente -, la apreté y le pregunté: «¿Cómo está?»
Me respondió: «¡Ah! ¡hace mucho tiempo que no sentía el calor de una mano humana!».
¡Y su rostro se iluminó. Su cara era diferente!.
«Lo único que quiero decir es que los pequeños detalles, hechos con gran amor, llevan a la alegría y a la paz».