Conversaba un hombre rico y alejado de la fe con un sacerdote, el futuro Cardenal Newman, ya convertido del anglicanismo a Roma.
El rico se ufanaba de sus riquezas y de su indiferencia religiosa. Newman tomó una hoja de papel y escribió: «Dios». – ¿Ve lo que he escrito en la hoja? El avaro contestó afirmativamente. Entonces el sacerdote tomó una moneda de oro, la colocó sobre la palabra escrita y preguntó de nuevo: – ¿Ve usted ahora lo que he escrito hace un momento? – No, ahora sólo veo el dinero. – En efecto, la riqueza ciega, impide ver a Dios, ¿no le parece? |