Un día un niño vio como un elefante del circo, después de la función, era amarrado con una cadena a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Se asombró de que tan corpulento animal no fuera capaz de liberarse de aquella pequeña estaca, y que no hiciera el mas mínimo esfuerzo por conseguirlo.
Decidió preguntarle al hombre del circo, que le respondió:
“Es muy sencillo, desde pequeño ha estado amarrado a una estaca como esa, y como entonces no era capaz de liberarse, ahora no sabe que esa estaca es muy poca cosa para él.
Lo único que recuerda es que no podía escaparse y por eso ni siquiera lo intenta”.
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas «no podemos» simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestra mente «no puedo y nunca podré».
Pero Cristo nos libera de la «estaca» que es el pecado que nos amarra a una existencia sin sentido. «Todo lo puedo en Aquel que me conforta».