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«¿Qué ves?»

Cuenta una antigua historia, que una vez un hombre muy rico fue a pedirle un consejo a un Resultado de imagen de hombre frente a espejoanciano muy sabio.

El anciano le tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo -“Mira”-.

El rico miró por la ventana a la calle.

El anciano le preguntó: -“¿Qué ves?”-.

El hombre le respondió: -“Veo gente”-.

El anciano volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo: -“¿Qué ves ahora?”-.

El rico le respondió: -“Ahora me veo yo”.

-“¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata. Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo”.

«Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo…»

LA PALABRA DE DIOS y ORACIÓN DE LAS HORAS - Biblia y Liturgia de las Horas  en Audio - mp3

Si quieres rezar unido a la Iglesia Universal en las oraciones diarias de la LITURGIA DE LAS HORAS, aquí te ponemos un enlace que te lleva a esa página que tanto bien realiza prestando este servicio:

.https://liturgiadelashoras.github.io/

«Las horas señalan el paso del tiempo. Alternativamente se suceden, en la experiencia del hombre, luz y tinieblas, seguridad y peligro, alegría y dolor, presencia del Dios invisible en la creación visible.»

Resultado de imagen de el peso del cerebroBischoff fue uno de los anatomistas de mayor prestigio en Europa en los 1870’s. Una de sus ocupaciones era el pesar cerebros humanos, y tras años de acumular datos observó que el peso medio del cerebro de un hombre era 1350 gramos, mientras que el promedio para las mujeres era de 1250 gramos.

Durante toda su vida utilizó este hecho para defender ardientemente una supuesta superioridad mental de los hombres sobre las mujeres. Siendo un científico modelo, a su muerte donó su propio cerebro para su colección.

El correspondiente análisis indicó que pesaba 1245 gramos.

Imagen relacionada«Un día estaba recorriendo las calles de Londres y vi a un hombre totalmente borracho.

Tenía un aspecto triste y miserable.

Me acerqué a él y le tomé su mano.

– Mi mano está siempre caliente -, la apreté y le pregunté: «¿Cómo está?»

Me respondió: «¡Ah! ¡hace mucho tiempo que no sentía el calor de una mano humana!».

¡Y su rostro se iluminó. Su cara era diferente!.

«Lo único que quiero decir es que los pequeños detalles, hechos con gran amor, llevan a la alegría y a la paz».

Santa Teresa de Calcuta

«El hombre globo»

HXY Aire Inflable del bailarín de la muñeca de 13.2 pies, oscilación  Impermeable de Dibujos Animados, Sky Dancer no Incluye sopladores,  adecuados para centros Parques de Atracciones y Jardines,H: Amazon.es: HogarUn padre llevó a su hijo pequeño a una tienda y mientras estaba buscando lo que necesitaba, el niño se quedó mirando un muñeco grande inflado por aire.

Le fascinó… y después de un rato no pudo evitar darle un golpecito para ver qué pasaba. La estatua de aire se tambaleó pero volvió a ponerse derecho otra vez. El niño lo miró un momento luego volvió a darle un golpe, pero esta vez fuerte. El muñeco se medio volcó pero en seguida se enderezó otra vez.

En ese instante llegó el padre y le preguntó:

– «¿Porqué crees que el “hombre globo” se vuelve a poner de pie después de ser golpeado?».

El niño pensó un momento y luego contestó:

– «Porque está de pie por dentro».

¡¡QUE LLEGA DIOS!!

Un hombre se enteró un día de que Dios iba a ir a verlo.

“¿Viene a mí?, ¿a mi casa?” –-pensó preocupado-.

Echó un vistazo por toda la casa, de arriba abajo, y ahora que iba a venir Dios, vio su casa con otros ojos.

“¡¡Imposible!! ¡¡Pobre de mí!!” -se lamentaba- “No puedo recibir a Dios con esta casa llena de polvo, suciedad y desorden. Ni siquiera hay aire para respirar”. Abrió puertas y ventanas.

“¡Amigos, hermanos, os lo suplico ayudadme a limpiar mi casa!”

Empezó a barrer y limpiar,  y vio que alguien corría a ayudarle. “Estupendo, entre los dos será más fácil”. Quemaron la ropa vieja, se arrodillaron para fregar a fondo, lograron incluso sacar la suciedad de los rincones más escondidos.

“No acabaremos nunca” -gemía el hombre-.

“Acabaremos”, -le decía el otro-. “Con calma acabaremos”

Finalmente la casa parecía otra y olía a limpio.

“¡Ahora! ¡Ahora sí puede venir Dios! ¿Dónde estará esperando?”  -dijo el hombre-.

“Estoy aquí”, -dijo el que le había ayudado-, “Siéntate y cena conmigo”